No cambiaron el país. Cambiaron ellos.

Hoy se cumplen 12 años desde que el Frente Amplio asumió el gobierno nacional, con mucho ruido y pocas nueces.

Ganaron con la idea del cambio, de cambiar a los malos, a los corruptos,  a los que hacían que los niños comieran pasto. Había que refundar todo. Comenzaba el tiempo de los buenos, los honestos progresistas que pensaban en la gente.

Estigmatizaron al sistema como “corrupto”, “clientelista”, “amigo del poder empresarial”. Los partidos tradicionales eran los saqueadores del Estado, los que vendían las joyas de la abuela.

Polarizaron entre los que supuestamente defendían y estaban al servicio de los ricos, de los poderosos, frente a los que se ocuparían de los pobres, de los trabajadores, de los estudiantes y jubilados.

Cultivaban la posverdad antes de que en el mundo le dieran ese nombre. Mentían.

Los hechos se deformaron para construir un relato histórico, político y cultural alterno. Y con ese relato cultural llegaron: al fin se iban los malos.

Hoy, doce años después, el relato se desmorona, cruje. Las mentiras ahogaron los sueños de cambio.

¿Dejó de existir la corrupción? No. Ahora solo cambió de nombre. Ahora son errores de gestión y está mal ir a la Justicia porque es judicializar la política.

¿La gente vive más segura? No. Ahora la inseguridad es una sensación y los homicidios son ajustes de cuenta.

¿La vivienda está al alcance del trabajador? No. Pero tiene un nombre progresista. Ahora hay vivienda social, pero el trabajador sigue sin acceder a ella.

¿La salud mejoró? No. Los problemas de antes siguen lo más campantes.

Los que tenían la receta para cambiar la educación ¿qué hicieron? No paramos de retroceder y dejar sin oportunidades a los que menos tienen. Es la peor discriminación, la de las oportunidades.

Encima de la inoperancia, una Ministra que equipara a Netto con José Pedro Varela. El colmo del irrespeto nacional.

La reforma del Estado, otra consigna de campaña, se transformó en sesenta mil nuevos funcionarios. Una colonización del Estado con criterio clientelar.

Durante décadas predicaron un discurso que luego en el poder, no solo no mantuvieron sino que lo desecharon, sin ningún remordimiento ético ni filosófico.

Ríos de pintura contra los misiones de Paz y todavía están en Haití.

Muros y muros pintados contra Estados Unidos, contra las inversiones extranjeras. Después vinieron los corderos con Bush, pegó en el palo el TLC y a las inversiones extranjeras se le pone alfombra roja y se le dan ventajas que a la nacional no.

Una de las mayores inversiones de Uruguay es una a la que el Frente Amplio y particularmente Tabaré Vázquez se opuso: las papeleras. No votaron el Tratado de Protección de inversiones con Finlandia.  Hoy son la salvación. Y lo son porque no generaron nada en estos doce años. El país está jugado a una inversión llena de incertidumbres, tanto sobre la “rentabilidad económica” para el país como para la “rentabilidad ambiental” para nuestra sociedad y las generaciones que nos sucederán. Van a entregar hasta el ferrocarril.

Grandes discursos contra las inversiones de empresas transnacionales que quedaron en la nada. Mientras tanto, el inversor nacional, el pequeño y mediano productor y el empresario uruguayo, continúan sin respuestas, con un Estado lento, pesado y caro que siempre busca instrumentos para llegar a sus bolsillos. A los extranjeros facilidades, subsidios, zonas francas, exoneraciones y lo que pidan.

La bonanza que el país vivió por la mejora de precios internacionales para nuestros productos primarios no se trasladó en la medida necesaria a reformas sustentables.

Dilapidaron la bonanza, la tiraron en inversiones ruinosas, en negocios vergonzosos, con falta de transparencia en todo lo que hace a la gestión pública.

El famoso país productivo mantiene los problemas estructurales.

El interior del país sigue sin infraestructura. Tenemos capitales departamentales sin CTI, no hay en el norte IMAE ni aeropuertos que operen de noche. De las rutas ni hablar, un desastre que hace que el interior cada vez esté más lejos.

Se prometieron 12.500 millones de dólares en un Plan de infraestructura que seguimos esperando. Parte de ese Plan se iba a realizar mediante el mecanismo de asociación entre públicos y privados (PPP). Sí, asociación con privados, eso que antes estaba mal.

De todo eso ahora sólo se harían las obras que precise UPM, el resto a la cola.

Los grandes defensores de la tierra generaron las condiciones para el mayor proceso de extranjerización de la historia.

Los jóvenes siguen sin tener las oportunidades que merecen.  Un muchacho nacido en Topador hace 12 años tenía las mismas dificultades que hoy: tiene que morir en la capital, no tiene trabajo y debe sí o sí emigrar. Nada cambió para el interior.

Un muchacho nacido en cualquier barrio de la periferia de Montevideo tiene menos oportunidades que un muchacho de la zona costera. La inequidad territorial, educativa y económica no ha sido revertida en esta década.  El lugar o el barrio de nacimiento termina siendo una condena anticipada de su futuro. El origen determina el destino y eso no es justo.

De inserción internacional ni hablemos. Aquel “más y mejor Mercosur” se cambió por “menos y peor”.  Y encima debemos soportar que desde el exterior el Presidente Vázquez defienda la dictadura venezolana de Nicolás Maduro, yendo a contrapelo de la mejor tradición nacional de ser implacables en la defensa de la Democracia y los Derechos Humanos, sea donde sea que estén amenazados.

Mientras eso pasa, hoy, las familias trabajadoras de Montevideo tienen que pagar un boleto a 33 pesos. Y vienen prometiendo la baja del precio desde los tiempos de Vázquez intendente.

En definitiva, el Estado que moldeó el Frente no funciona para los que menos tienen. No han generado salidas capaces de lograr autosuficiencia y, por el contrario, apuestan a la dependencia que se retroalimenta.

Hay pobres que siguen siendo pobres, sin educación, sin trabajo y sin vivienda y, lamentablemente, el panorama no parece que vaya a mejorar.

Van doce años sin mejoras sustanciales y sustentables. Cuando se terminó la bonanza de los precios internacionales acudieron a lo mismo de siempre: poner más y más impuestos a los trabajadores y jubilados. Hicieron volar por los aires la promesa de campaña de no subirlos.

Es lamentable pero cierto, en Uruguay quedan tantas cosas pendientes como antes de que llegara el FA.

No niego que atendieron la emergencia originada en 2002. Serían inhumanos si no lo hubieran hecho. Pero no son los únicos que hubieran rescatado a los compatriotas. Esa es parte de la mentira que han generado. ¿Acaso si no hubiera ganado el FA en 2004 piensan que nosotros hubiéramos dejado a la deriva a los uruguayos?

Lo cierto es que las cúpulas frentistas se acostumbraron al poder, se enamoraron de los sillones, de las comodidades y ventajas, comodidades que durante años repudiaron. Ya no: autos oficiales, secretarias y secretarios, asesores, viajes y hasta  avión.  Ahora vale todo para mantener el gobierno y por eso han dejado de ser un proyecto político e ideológico para ser un proyecto de poder que se justifica a sí mismo y camufla sus incongruencias buscando enemigos en el resto del sistema político y social uruguayo. La vieja táctica de dividir.

La excusa para actuar mal es que antes también pasaba, esa es la lógica, no estar solos en el pecado. ¿Es eso lo que merece el pueblo uruguayo? Esta secuencia de incumplimientos provoca descreimiento en la política y en los políticos.

No cambiaron el país, cambiaron ellos.

La izquierda culta e intelectual ahora cobija desfachatados. El Frente que se pretendía alternativa moral ahora tiene como símbolo a los patos celestes y a otras relaciones que antes repugnaban.  Por eso han defraudado a su propio origen y a miles que confiaron en ellos.  Hoy queda claramente constatada su doble cara, sus mentiras y sus hipocresías.

En nuestro caso nos ha tocado estar en la primera línea de la oposición. No hicimos lo que hizo el Frente como oposición, apedrear. Dimos propuestas, hemos planteado caminos alternativos, dimos diálogo cuando lo pidieron, dimos proyectos. Sin embargo han estado negados a compartir la construcción nacional y se han focalizado en mantener su relato mezquino a cualquier precio, precio que pagan los uruguayos con su destino.

El país precisa un cambio real, superador, dejar de lado la división entre buenos y malos, hija del relato cultural construido por décadas.

Permaneceremos alerta en nuestro rol, siendo de las voces que se levantan contra esa fachada de papel, de promesas incumplidas, de falta de respeto al sentido común de los uruguayos.

Queremos construir con el resto de las oposiciones  la alternativa real al proyecto frentista que nos permita jerarquizar la Democracia, honrar nuestro propio sentido de nación, defender las libertades a pleno y al Estado de Derecho, avanzando en equidad, en justicia social y mejorando la vida de los uruguayos que menos tienen y más necesitan.

En estos doce años los gobernantes frentistas se empacharon de poder, incumplieron y ahora flotan en un mar embravecido, sin planes, sin norte, aferrados a su tabla de salvación, solo pensando en ellos mismos y solo queriendo mantenerse en el poder.

Jorge Larrañaga

 

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