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Larrañaga pide evitar “antropofagia” en los blancos, porque un triunfo electoral en 2019 depende de que su sector político esté “muy fuerte”

Jorge Larrañaga se reclina en su silla y resopla profundamente antes de contestar. Hablar de candidaturas lo pone incómodo. Aunque reconoce que el camino se va angostando y sus propios dirigentes le empiezan a reclamar definiciones, una vez más dice que no es el momento. Les pide a los periodistas que salgan a la calle y le pregunten a la gente a ver si están pensando en quiénes son los posibles presidenciables. “A la gente le preocupa si llega a fin de mes, si puede educar a sus hijos”. Y al senador blanco le preocupa que el país esté “aletargado”. Reclama “sacudir la modorra”. Dice que el Frente Amplio “chocó una Ferrari”, que hoy “no moviliza a nadie”, y chicanea con que muchos de sus dirigentes se podrían postular para el Cirque du Soleil por su habilidad como “equilibristas” demostrada para defender la situación política en Venezuela. “¿Cuántos más tienen que morir?”, se pregunta. El otro tema que lo obsesiona es construir un proyecto como alternativa al relato frenteamplista e insiste en tender puentes con el resto de los partidos de la oposición para impulsar políticas de Estado de futuro y tener chances serias de victoria. Señala que el examen de las distintas oposiciones no se salva haciendo “acuerditos” a 30 días de las elecciones. En la entrevista con Búsqueda, Larrañaga también hace su análisis sobre la interna del Partido Nacional. Dice que es “vital” y “fundamental” que el ala wilsonista que representa esté “muy fuerte” para que los blancos puedan llegar al gobierno. Por eso pide no entrar en la antropofagia. “Tenemos que cuidarnos entre todos”, añade. A Larrañaga no le consta que haya movimientos de dirigentes dentro de su sector y sostiene que no debería haber una contienda electoral para definir el liderazgo de Juntos. Sobre su posible candidatura insiste en un concepto: “No por mucho madrugar se amanece más temprano”.

—En una de sus recientes recorridas por Montevideo dijo que el país está como “aletargado”, que se debe “sacudir la modorra”. ¿En qué se basa para decir eso?

—Creo que el Frente Amplio chocó la Ferrari. Dilapidó el crecimiento económico. Y también uno advierte que hay una lejanía de la gente con relación a la política. Y eso no es una buena noticia para el país porque la gente va acumulando frustraciones, desengaños, hastíos y descreimiento. Eso frente a demandas que no son satisfechas, a respuestas que hablan de un mal gobierno, de un mal gerenciamiento de las principales políticas de Estado. Hoy asistimos a una situación compleja donde se han cerrado varias empresas, se han perdido muchos puestos de trabajo, donde no hay equidad e igualdad de oportunidades en la educación, donde hay problemas dramáticos en seguridad pública, donde se mira para otro lado de lo que pasa en Venezuela, que ya tiene 43 muertes. Todo eso impone la construcción de una alternativa cultural al proyecto frentista. No es solamente un desafío político, es algo mayor que eso. Y forma parte de los deberes de la oposición.

—Usted ha insistido en hacer un pacto educativo, una “revolución” en la educación. ¿Qué respuestas ha tenido?

—Nosotros escribimos un documento sobre la educación y lo trasladamos a los partidos de la oposición. También se lo vamos a trasladar al gobierno, a las autoridades de la educación…

—¿Pero con qué expectativas?

—Bueno, las expectativas no son de optimismo. Porque si uno advierte la gestión y las respuestas de la ministra de Educación, no convocan al optimismo. Muy por el contrario. Persisten en la ceguera de estar recorriendo un camino equivocado que ven con no sé qué tipo de anteojos. Se niega persistentemente la realidad y se insiste con un cambio de ADN que nadie ve. Se desprecian las propuestas de la oposición, se exacerban los resultados de algunas políticas como el Plan Ceibal y no se da cuenta de todas las otras cifras. Nosotros hacemos nuestro trabajo, entregamos propuestas y buscamos que la oposición tenga un proyecto. Lo que no hace el gobierno es ejercer la responsabilidad de gobernar.

—¿Y quién debe sacudirse la modorra? ¿El gobierno, la oposición, la gente?

–Ah, yo creo que el futuro nacional es responsabilidad de todos los uruguayos. Yo lo he dicho: tiene que haber un despertar ciudadano. No vivimos en un país en donde es dable manotear cuanto derecho ande en la vuelta, pero resulta que no hay un correlato de enfrentar las obligaciones. Transitamos por un camino de pérdida de valores donde prima el individualismo y no hay asunción de responsabilidades por parte de los diferentes actores. A eso me refiero cuando digo que hay que sacudir la modorra.

—Recién señalaba que hay un desprecio por las ideas de la oposición. ¿En qué terminó la mesa de diálogo convocada por el presidente Tabaré Vázquez para atacar el tema de la inseguridad?

—En muy poca cosa. Lamentablemente. Muchos defendimos ese camino del diálogo por la seguridad…

—Le costó alguna crítica interna incluso.

—Bueno, pero no importa. Porque más allá de que los resultados no fueron en línea con los esfuerzos uno debe persistir en el camino del diálogo. El país que viene forzosamente va a tener que ser de diálogo. Ningún partido va a tener mayorías parlamentarias. Van a ser necesarios los entendimientos. Y las distintas oposiciones no salvamos el examen haciendo acuerditos faltando 30 días para las elecciones. Tenemos que buscar respuestas trascendentes para los grandes temas del país: salud, educación, seguridad, política exterior. Y trabajo. Yo no me opongo a atraer inversión extranjera, apoyo emprendimientos que permitan radicar fuentes de trabajo. Está bien hacer esfuerzos para canalizar una nueva planta de celulosa, pero hay otras “UPM” que importan miles de millones de dólares también y que están padeciendo. El sector lechero, el sector productivo, pequeños y medianos comerciantes. ¿Cuáles son las políticas activas para estimular emprendimientos que generen trabajo en el interior del país?

—¿Lo que dice es menos UPM y más mirar lo que pasa adentro?

—No, no, yo lo que digo es que hay que generar igualdad de oportunidades. Que pueda haber ventajas también tributarias de la misma forma que se las dan a un megaemprendimiento extranjero. Que más allá de la pérdida fiscal se pueda reconstruir un tejido productivo que se entronca con un tejido social y con políticas de radicación de miles de familias en el interior del país. Si no, vamos a seguir teniendo un interior de segunda, que no tiene oportunidades. El país hoy padece de un centralismo político enorme. Un centralismo que ha sido patología entronizada en todos los partidos políticos uruguayos. Y en esa enfermedad está metido el Uruguay.

—¿Qué margen tiene la oposición para plantear este tipo de temas en la agenda del gobierno?

—¿Qué margen? Tiene que haber un margen. Siempre hay. Solamente la miopía de los políticos puede angostar los márgenes.

—Pareciera que eso es lo que ocurre ahora. Durante esta charla mencionó varias políticas que están trancadas por falta de acuerdos.

—Ahí la enorme responsabilidad, y no es por sacar la pata del lazo, es del gobierno. Han utilizado sus mayorías parlamentarias para hacer un reparto parcelado del poder, pero nunca tendiendo puentes con la oposición. En este gobierno, más allá de la parodia de algunos temas puntuales de encuentro, no se ha hecho nada.

—¿La mesa convocada por Vázquez por la seguridad fue una parodia?

—A los árboles hay que juzgarlos por sus frutos. ¿Qué frutos dieron esos árboles? Pocos.

—En el tema de la gestión de Ancap encontró a la oposición más articulada. ¿Cómo está siguiendo el proceso judicial? ¿Qué expectativa tiene?

—Ahí hicimos lo que había que hacer. Ahora, en una democracia donde prima el principio de separación de poderes la respuesta estará en la Justicia. Creo que ha quedado al descubierto el mal manejo de parcelas del gobierno, de algunas empresas públicas. Ya veníamos con todo lo que significó Pluna, se gastaron no sé cuántos millones de dólares en Alas U que no sirvieron para nada. Y aparecen todos los días nuevas cosas de Ancap y vemos cómo el Frente propició la ausencia de controles de las empresas públicas, estimulando la privatización, llegando al colmo que es lo que pasó en Alur. Son cosas que sorprenden.

—Si se presentó la denuncia penal contra Ancap, se asumió que hay una sospecha de delito…

—Yo no soy juez. Lo resolverá la Justicia. Lo que revienta los ojos es la pésima administración, si esa pésima administración constituye figuras delictivas, no me corresponde a mí determinarlo.

—En momentos en que se está dando el proceso judicial, el Frente Amplio, con la firma de dos senadores blancos, planteó la derogación del delito de abusos de funciones, que podría encuadrar en el tema de Ancap, ¿qué lectura hace de eso?

—Los compañeros que firmaron fue para que se activara la discusión, que tiene muchas facetas. Estamos obviamente en un momento muy complejo donde es complejo legislar con nombre y apellido. Nosotros hemos pedido reuniones dentro del partido para encaminar una decisión.

—¿Y usted está en contra o favor de derogar?

—Yo tengo una posición contraria.

—En diciembre del año pasado anunció que Alianza Nacional cambiaba de nombre a Juntos y se reconvertía ¿Por qué es necesario ese cambio?

—Porque los sectores deben tener cambios. La otra ala del Partido Nacional lo hizo. En las últimas elecciones algunos compañeros intendentes me habían dicho que eran partidarios de crear un movimiento que cobijara distintas tendencias y quizás tuvimos alguna responsabilidad en no haber seguido ese camino. Nos parece que ahora Alianza Nacional tiene que pasar de ser un sector a ser un movimiento que sea el paraguas para distintos sectores. Creo además que es imprescindible para el Partido Nacional que esta ala del wilsonismo, de este nacionalismo popular y progresista, tenga una expresión potente. Es vital para el triunfo del Partido Nacional, es fundamental. Es más, voy a decir algo que puede sonar demasiado altisonante: si no hay un muy fuerte sector Juntos, seguramente se pueden limitar las posibilidades de victoria del Partido Nacional.

—Ha habido movimientos de dirigentes dentro del sector. Algunos que anuncian su partida, otros que evalúan presentar su candidatura. ¿Le preocupa?

—No tengo comunicación al respecto. Con toda franqueza lo expreso. A mí lo que me parece trascendente es el proyecto. Las personas están en un segundo plano. Yo no he tenido comunicación del alejamiento de nadie. Lo digo claramente. Puede haber conversaciones y son todas legítimas. Insisto: el proyecto Juntos es un proyecto wilsonista que el Partido Nacional precisa. Yo he sido un referente político que no ha tenido herencias, que no ha tenido padrinazgos —y no lo digo en alusión a nadie—; yo salí con el mono al hombro desde mi Paysandú y conformé un proyecto político que terminó siendo mayoría en el 2004. Fui el candidato a la presidencia más votado del Partido Nacional con el 35%. Nadie obtuvo ese porcentaje desde 1985 hasta la fecha. Nadie. Ni ganando el Partido Nacional con tres candidatos en 1989.

—Dirigentes de su sector dejan entrever que hay una incertidumbre porque usted tampoco se ha asumido como candidato.

—A ver, yo les pido a ustedes que hagan una recorrida y hablen con la gente. ¿Ustedes creen que la gente hoy está preocupada por quiénes van a ser los candidatos? Yo creo que no.

—A lo mejor los políticos tienen que estar un paso antes.

—No, no, el tema es que a veces la agenda de los políticos no coincide con la agenda de la gente. Yo sé que estamos a 24 meses de una interna. Uno comprende que los compañeros puedan tener preocupación, pero tenemos que mirar el proyecto. Seguramente no estemos lejos de encontrar definiciones. Se verá.

—¿Juntos puede albergar otra candidatura que no sea la suya?

—Lo que importa es el proyecto. Tampoco creo que dentro de Juntos tenga que haber una suerte de contienda electoral.

—Usted plantea que la gente no está interesada en si tal o cual va a ser candidato. Pero el senador colorado Pedro Bordaberry, por ejemplo, se bajó con tiempo y les dio margen a sus compañeros para buscar a alguien que ocupe su lugar. ¿La falta de definición por parte suya no genera inquietud de sus dirigentes?

—La respuesta a esa pregunta surge de lo que ya contesté. Si no es el momento de las candidaturas, significa que queda tiempo para definiciones. No por mucho madrugar se amanece más temprano.

—Lo que ha habido hasta ahora son rumores de que usted les comunicó a sus dirigentes más cercanos que será candidato. ¿Eso es así?

—Usted mismo lo dijo: son rumores. Yo tengo que establecer certezas. Conmigo se sabe de la previsibilidad y la responsabilidad que me ha tocado enfrentar cuando gané y cuando perdí. Larrañaga siempre enfrentó las responsabilidades. No se puede decir que he dejado a nadie por el camino: ni a mi partido ni a mis compañeros. Las definiciones importan en tanto proyecto. Hay que fortalecer al partido, agrandarlo, no entrar en la antropofagia. No es acumulando más dirigentes de un lado o del otro que se lleva adelante un proyecto político. El partido votó bien cuando sus sectores tuvieron una expresión electoral muy fuerte. Hacia adentro tenemos que cuidarnos entre todos. Hacia afuera hay que decir si es necesario un cambio cultural que sustituya el relato frentista por un cambio que el país necesita. Y para eso hay que tender puentes con el resto de los partidos de la oposición.

—Si alguien viene dentro del sector Juntos y toca la mesa para decir que quiere ser candidato, ¿cómo lo tomaría?

—Esa hipótesis no se ha planteado.

—Búsqueda publicó la semana pasada que la senadora Verónica Alonso pretende impulsar su candidatura dentro del sector.

—Perfecto, a mí no se me planteó.

—¿Si se le planteara?

—No entro en esas especulaciones. Pero la libertad es la regla, nadie tiene que pedir permiso para nada. Cuando quise ser candidato, lo dije. Y tanto lo dije que formé un sector político y salí a la cancha.

Fuente: Federico Castillo y Guillermo Draper para Búsqueda

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