El jueves estuve con jóvenes del sector, pensando juntos en lo que se viene. Conversamos sobre lo que les preocupa, lo que les inquieta y lo que quieren y sueñan para nuestro Uruguay.
Había gurises de todo el país, con sus distintas realidades. No está fácil para ellos en ninguna parte: los del Interior y los de Montevideo comparten problemas de empleo, de acceso a la vivienda y de dificultades para formarse en una sociedad cada vez más compleja. Siguen faltando oportunidades.
El centralismo sigue siendo un enorme problema que golpea a todos: En Montevideo cada vez hay más asimetrías absurdas entre un barrio y otro: no se tienen las mismas oportunidades ni el acceso a los mismos derechos. Lo mismo en el Interior, porque no tiene las mismas posibilidades el niño que nace en la capital de un departamento que el que nace en una localidad. Este tema es un problema que más temprano que tarde tenemos que arreglar.
Me sentí reconfortado porque los vi comprometidos con querer transformar estas realidades. Los vi con la rebeldía del que no se queda callado. Hay muchachos que militan en lo gremial, muchachos que se involucran en lo social, en ONG´s, en voluntariado; ocupados en trabajar y en ayudar a sus compatriotas. Están metidos y llenos de entusiasmo para que su militancia política se concrete en cambios reales.
Creo y confío en ellos. Veo a los jóvenes como los abanderados de los grandes cambios: siempre fueron -y hoy son aún más- mi motivación para construir un país con más y mejores oportunidades.
Quiero a los jóvenes a mi lado, conmigo, recorriendo juntos el camino que sabemos que nos llevará al cambio. Con sus ideas, con sus sueños, con sus esperanzas y por sobre todas las cosas con su alegría.
Porque sin alegría no hay victoria que valga la pena.
Jorge Larrañaga
