Para ganar y gobernar

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Ganar y gobernar. Esa es la discusión necesaria.

Por estos días asistimos a una discusión pública sobre si la oposición está preparada para ganar y gobernar. Dejando de lado las tergiversaciones, entiendo es la discusión que debemos dar quienes queremos que la alternancia política llegue.

Desde la oposición debemos generar un proyecto que asegure a la ciudadanía que está preparada tanto para ganar como para gobernar.

El relato frentista, por sus inconsistencias, incongruencias e incumplimientos, entró en colapso. Eso no garantiza que vaya a perder. No basta solo eso. Que el Frente esté en falsa escuadra no asegura la victoria de la oposición.

La oposición le debe ganar el gobierno al Frente, sustituir la construcción política y cultural frentista con un proyecto alternativo y superador que tenga una debida y necesaria articulación. Quienes queremos el cambio y ganarle al Frente, debemos trabajar mucho y hacer algunos deberes.

Los diversos partidos que integramos la oposición -las oposiciones- individualmente podemos estar muy preparados, con equipos, con ideas, y hasta con las personas para liderar los procesos, pero construir un proyecto es más que todo eso considerado aisladamente, es más que la suma de los partidos. Es mucho más. Es asumir el desafío de construir mayorías parlamentarias que hagan viable al sistema político uruguayo y a la política como instrumento de respuestas.

Baso mis dichos en la realidad. Ya pasó. En las últimas instancias electorales no se ha logrado persuadir a todos los que querían cambiar al Frente a que votaran juntos, no se logró sumar a todos los opositores para que votaran a las fórmulas de la oposición.

Habrá diversos motivos pero uno indudable, indiscutible, es que el tiempo para celebrar acuerdos no puede ser el mes previo al balotaje. Pasamos 4 años y once meses sin articular y ¿vamos a ponernos de acuerdo en ese mes, por los próximos cinco años que dura el gobierno? Eso es lo que observa la ciudadanía. Eso es lo que debemos garantizarle a la gente, que hay un proyecto con líneas de entendimiento, un denominador común que otorgue credibilidad y confianza a la gente.

El cambio comenzará a ganar cuando se comprenda la magnitud de ese desafío, cuando sustituyamos el voluntarismo por la realidad. Hay que decirlo, aunque el precio sea la crítica. Hay que decirlo porque lo piensan muchos y no se animan. Hay que decirlo porque hay que hacerlo.

Desde la oposición debemos actuar con madurez, responsabilidad, generosidad, humildad y además con estrategia e inteligencia. Demostrar que somos una oposición lo suficientemente madura y responsable como para generar un piso de acuerdos, de ideas de cambio que demuestre que podemos hacernos cargo del progreso del país.
¿Acaso quienes integramos la oposición no podemos ponernos de acuerdo en las grandes líneas de la educación? Por ejemplo, ¿tenemos que esperar al lunes 28 de octubre de 2019 para explorar los acuerdos y decirle a los uruguayos qué queremos de la educación del país? ¿Tenemos que esperar hasta el 2019 para que los técnicos de los partidos trabajen sobre soluciones para los grandes temas? ¿No tendremos que decirle a la gente ahora qué educación pública queremos para sustituir a la vergüenza que tenemos? ¿Cómo nos van a creer?

Por tanto el desafío que tenemos desde la oposición es darle a la ciudadanía la certeza de un proyecto que tenga mayoritarios apoyos, al menos en ejes claves, de modo que los uruguayos perciban anticipadamente la existencia de modelo alternativo, que sea asimilado, aceptado; que se perciba el cambio. O vencemos la retórica o no se generará confianza en la gente.

Por eso señalo que el balotaje “comienza ahora”, porque se debe trabajar desde ahora en la conformación de las mayorías que ayuden tanto a ganar primero como a gobernar después.

No es realista -ni republicano- pensar que quien gana, gana “todo”, ni que quien gana, gana con lo suficiente, aún si tuviera mayorías propias. Hay que superar esas visiones donde nos abroquelamos solo en nuestras estructuras. Hay que comprender que se debe articular con el resto de los partidos. Hay que advertir que el camino que viene es el del diálogo o nos sumiremos en trancazos frustrantes que nos impedirán avanzar.

Ningún Partido tendrá mayorías parlamentarias. Lo dije en la anterior elección y me equivoqué. Ahora parece inevitable.

Puede ganar un partido solo, pero ese partido ¿podría llevar adelante las propuestas planteadas por sus técnicos en su programa de gobierno? Porque no es solo ganar, es construir las mayorías para poder desarrollar un gobierno serio, con mayorías parlamentarias para los grandes temas nacionales. De eso se trata. Por eso debemos de tener la capacidad de una mirada amplia y moderna de la realidad para que sobre la base del diálogo, sin renegar de los partidos, podamos superar el Uruguay del empate y la desesperanza.

Lo más probable, sin embargo, es que dada la realidad del escenario político nacional quien gane en 2019 necesitará conformar mayorías con los otros partidos. Mayorías que brinden capacidad de maniobra, de ejecución de gobierno.
Dicho esto, hay que diseñar un esquema de acción para ese proyecto y un elemento insoslayable es la realidad de nuestros partidos.

Tenemos un sistema de partidos fuertes, con identidades marcadas y vigorosas. No es viable, ni necesario, que el proyecto común tenga una estructura orgánica.

A mi entender, este espacio superador debe tratarse de un formato político y no electoral, donde puedan convivir las identidades partidarias y sectoriales.

Venimos trabajando y hablando con distintos referentes políticos y sociales sobre la conformación de una agenda de temas sobre ese espacio común de ideas que hay en el Uruguay y que conforman la que denominamos “Agenda Para el Progreso”, para abordar los temas neurálgicos del país de hoy y del que se viene.

Esta estructura conceptual viabiliza la construcción de un proyecto que apunte a superar al Frente. Tiene la ventaja de que no requiere que nadie abandone sus preferencias partidarias ni sectoriales.

Este diseño preserva las identidades partidarias, por supuesto, no vaya a ser que algún distraído nos atribuya alquimias electorales que nos impidan gritar ¡viva los blancos!

Nadie tiene que dejar de ser blanco, colorado, independiente o incluso frentista para participar de esas coincidencias conceptuales.

Esta formulación, la exploración de acuerdos y de una conciliación programática habilita a encausar políticamente las mayorías sociales que quieren el cambio en el Uruguay y habilita también a que la competencia entre los partidos vaya de la mano de un proyecto más amplio que la propia sumatoria de partidos, porque hay un núcleo de ideas compartidas que se aseguran.

Si hacemos este esfuerzo, si en vez de dejarnos ganar por las diferencias nos permitimos ir juntos en base a algunas ideas, podemos asegurarle a los uruguayos lo que quieren, una oposición fuerte, estructurada conceptualmente, con equipos, ideas y un proyecto que anticipe y suponga un modelo nuevo y superador, que sea opción real.

En la próxima elección no solo hay que cambiar el gobierno, hay que cambiar “la cabeza”, cambiar una cultura de gobierno sobre la base del diálogo para generar soluciones a los problemas y avanzar.

Con este formato, si todos actuamos con responsabilidad y generosidad, podremos generar mayorías muy amplias sobre ciertos temas, mayorías que nunca antes conoció el país. Si cambiamos el foco y en vez de mirar de dónde venimos ponemos el foco en a dónde vamos, los cambios serán más realizables.

Si dejamos que las cosas sucedan como siempre, corremos el riesgo de ser una oposición funcional al Frente o meramente una oposición testimonial. Corremos el riesgo de volver a perder. No tenemos derecho a hacer eso.

Como blanco digo lo que pienso, porque tenemos la legitimidad por haber peleado siempre para defender las razones de los demás. En este caso digo claramente que no podemos fracasar, debemos ganar. Tenemos la obligación como oposición de responder a lo que nos dicen en cada rincón de la República: cambiar. Y para cambiar hay que ganar, y poder gobernar.

El esfuerzo, la discusión, debe comenzar ya, lejos de los apuros y las perentoriedades del tiempo electoral.
Esta fórmula conceptual permite que en octubre -en la primera vuelta-, todos voten con el corazón. Con sus colores, a sus partidos. Nadie va a pedirle a un ciudadano, a un militante, a un dirigente de un partido, que cambie sus banderas. Cada quién tendrá sus internas, cada uno trabajará, militará y se esforzará para que su partido sea lo más grande posible en el nuevo parlamento.

Pero luego de estos 3 años de trabajo sabremos que en noviembre -en la segunda vuelta-, esa gran mayoría nacional, va a votar con la razón y será el candidato más votado de la oposición quién en un balotaje con el candidato frentista tenga los votos de todos aquellos que hoy nos denominamos oposición y que queremos que a partir del 1º de marzo del 2020 nos pasemos a llamar Gobierno.

Jorge Larrañaga

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