Para Uruguay, discutir sobre inserción internacional y política exterior forma parte de la discusión sobre nuestro modelo de desarrollo.
Somos un país esencialmente agroexportador y prestador de servicios y hay que asumir esa identidad en el diseño de la política exterior. Necesitamos mercados, y además, para incorporar valor agregado a nuestra producción, necesitamos inversiones.
Por eso hemos insistido desde hace largos años en la incorporación como Miembro Pleno a la Alianza del Pacífico, y transformarnos en el enclave atlántico para ese bloque. Ser el puente con Asia y Europa.
Ahora el gobierno da un paso importante al mostrar voluntad de ser al menos, Estado Asociado y no solo Observador.
Lamentablemente, en la discusión por el posicionamiento internacional es donde la fuerza de gobierno revela más crudamente sus visiones más prejuiciosas. Hemos perdido chances históricas de acuerdos comerciales que hubieran reportado mejores niveles de oportunidades para la producción nacional.
No es posible colocar al interés de los uruguayos como rehén de resabios ideológicos del pasado y caprichos del presente. Debe primar el realismo y el pragmatismo. O somos socios del mundo o nos estancamos.
La inserción internacional del Uruguay está entre el ayer y el mañana.
Uruguay no puede esperar. Hay que buscar enlazarse en todo aquel bloque y espacio que habilite una mejora para la capacidad productiva y comercial nacional.
Es un derecho de todos los uruguayos, y lamentablemente el gobierno se deja jaquear por las visiones más prejuiciosas de su fuerza política, desacelerando los procesos de integración cuando debíamos estar a la vanguardia de los mismos.
Uruguay ha perdido tiempo, y con él, oportunidades, por discusiones y prejuicios ideológicos alejados del verdadero criterio que debe marcar la agenda internacional del país: el interés nacional, que no es otro que el interés de los trabajadores uruguayos.
Jorge Larrañaga
