La inseguridad es uno de los temas que más preocupa a la población. Cuando una sociedad se sabe insegura comienza a sentir desprotección y miedo, y esos son sentimientos negativos para cualquier comunidad que quiera vivir en libertad y con pleno goce de sus derechos. Por eso, cuando se debate sobre la falta de seguridad lo que en realidad estamos haciendo es debatir sobre la libertad de las personas. Así de trascendente es el tema, y esa es la razón por la que la delincuencia no se combate con medidas efectistas ni bonitos discursos, sino con decisiones reales y eficaces.
No escapa a nadie que la delincuencia se ha agravado de forma preocupante y que en pocos años Uruguay pasó de ser una plaza tranquila a un lugar muy inseguro y violento. Ladrones siempre existieron y las personas honestas siempre estuvieron expuestas al robo, pero lo que está sucediendo ahora ha pasado a otra dimensión porque aquel acto de robar, traumático de por sí para el que lo sufre, se ha convertido en una suerte de ruleta rusa en la cual la persona es robada, despojada de todas sus pertenencias y él o los delincuentes de turno deciden en el momento, y tal vez bajo el efecto de alguna droga, si ejecutan o dejan vivir a su víctima.
Sin dudas que los que nos está sucediendo como sociedad es algo terrible y es necesario aportar ideas, caminos de solución que puedan aplicarse con la necesaria inmediatez, sin descuidar las políticas a largo plazo, y sin desconocer que estamos frente a un problema acuciante, que sufrimos todos y que requiere una solución no para dentro de 10 años, sino para ahora.
El margen de acción es mucho más acotado de lo que nos gustaría y la urgencia del problema nos obliga a tomar medidas concretas porque en la medida en que no lo hagamos es la población la que sufre.
La delincuencia ha decidido que la vida de las personas no tiene valor, pero los ciudadanos honestos debemos imponer la vida como el valor superior, inviolable, al que nadie debe violentar, y eso requiere tomar decisiones. Corresponde al Estado, a través del Ministerio del Interior, asumir esas decisiones de forma inmediata.
Mis discrepancias políticas con el ministro del Interior Eduardo Bonomi son claras, pero cualquier medida que el ministro tome con el fin de controlar y combatir la delincuencia, y que no sea un mero discurso explicativo sobre cómo ha crecido la criminalidad, va a contar con mi apoyo. Pero debo decir que no veo en el gobierno ni en el ministro la voluntad política ni las convicciones necesarias para tomar las medidas correspondientes, lejos de eso creo que la conducción de la seguridad pública ha sido muy errónea, y los resultados están a la vista.
Para cambiar esos resultados y poner a la delincuencia en retroceso es necesario tomar medidas valientes y acordes a las circunstancias, siempre dentro del marco de la ley.
No alcanza ni solucionamos nada si ante un robo o la muerte de algún trabajador o una madre nos limitamos a la indignación. Tenemos que llevar esa indignación a la acción concreta, a iniciativas reales.
En tal sentido considero oportunas dos medidas de aplicación urgente.
1) La primera, la propuesta del senador Jorge Larrañaga de impulsar un rol activo en el combate a la delincuencia para lo cual se debe acudir a todos los recursos disponibles, incluyendo la creación de una fuerza de seguridad con el apoyo de militares y su accionar supeditado a la Policía.
2) La segunda es la de rever las estrategias policiales en su accionar de prevención del delito pero también en su funcionamiento interno.
a) La Policía ha dejado de ser respetada. Hace unos años la presencia de un policía uniformado era suficiente para evitar un delito, hoy los delincuentes atacan y roban a los propios uniformados para quitarle su arma de reglamento, chaleco y esposas, elementos que luego utilizan en la comisión de otros delitos mayores.
b) Respecto al funcionamiento interno, a la Policía le falta un conductor que reacomode los cuadros con sentido de mando y autoridad. Vemos a los policías sin el apoyo interno, sin el debido control, sin el sentido de autoridad mínimo, y eso se traslada a la población que le pierde respeto, no valora su presencia ni su accionar, y la población se siente vulnerable e inerme.
En definitiva, firmeza contra la delincuencia para garantizar la paz y la tranquilidad a todos los ciudadanos, sin que esas medidas inmediatas inhiban otras más complejas y muy necesarias como políticas sociales integrales y amplias.
Edmundo Roselli.