45 años del golpe de estado y algo más de 33 años de la recuperación democrática. Fueron 11 años y medio negros para el país. Mucha gente joven no tiene mucha conciencia porque no tiene memoria de ese hecho que sucedió antes que nacieran. Ya tiene 45 años aquel episodio y para entenderlo hay que ir algunos años más atrás.
La primera cosa es que el 27 de junio de 1973, cuando el Presidente de la República electo Juan María Bordaberry con los militares, da un golpe de estado disolviendo el Parlamento Nacional e instalando, a partir de allí, un gobierno dictatorial que elimina todas las libertades: la de elegir, las de pensar, las de opinar, la libertad de expresión, la libertad de circular; prohíbe los partidos políticos, prohíbe las reuniones; instala un régimen para controlar a la sociedad durante todos esos años, a tal punto que luego los militares desplazan al propio Bordaberry y toman la totalidad del poder; y fue el pueblo uruguayo el que, desde un principio, reaccionó y rechazó.
Quizás lo más simbólico de aquella noche del 73 sea el discurso de Wilson Ferreira Aldunate en el Senado de la República, cuando declara que el Partido Nacional será el más implacable enemigo de aquel gobierno que se instalaba. Y el Partido Nacional cumple con Wilson en su liderazgo. Y cumple con su sacrificio, con su refuerzo. Y es proscripto, y es perseguido, y tiene cárcel, y tiene exilio. Y luego es Wilson Ferreira Aldunate quién desarrolló durante los años de la dictadura, una muy férrea, extensa e inteligente gestión desde el exterior del país para aislar a la dictadura uruguaya en primer término, pero también para generar alternativas de salida. Es él quién paga con su libertad y quién garantiza con su cárcel que puede haber una salida; que no fue la salida que el pueblo uruguayo había comprometido; no fue la salida del Obelisco de un Uruguay democrático y sin exclusiones; fue una salida con proscriptos, fue una salida con presos y fue una salida con Wilson Ferreira Aldunate preso, en un acuerdo que hace el Frente Amplio, el Partido Colorado y los propios militares, todos sacando de eso algo. La salida democrática, la salida “en paz”, pero sobre los hombros de quién seguramente iba a ser el Presidente de la República si estaba libre.
Tan patético fue todo aquello que a Wilson lo liberan un día después de las elecciones, cuando ya no corrían peligro los que podían haber competido con él.
Pero eso también quedó atrás, porque la grandeza de Wilson, esa misma madrugada, cuando habla con los uruguayos, nos enseña el camino de la generosidad, de la gobernabilidad, de mirar para adelante, de apoyar al gobierno que había nacido, rengo si, pero que había nacido y al que había que darle respaldo para que la democracia se pudiera consolidar.
El 27 de junio fue el último episodio. El primero quizás fueron los comunicados 4 y 7 de febrero del 73, donde algunos se confundieron, y otros no tanto, pero creyeron que era como el golpe de estado peruanista de los militares progresistas, porque los comunicados 4 y 7 emitidos por los militares hablaban de la reforma agraria, de la nacionalización de la banca; hablaba mal de los políticos y hablaba de tantas cosas que la izquierda quiso apoyar. Y entonces entró toda aquella confusión de que apoyar y que no.
Yo recuerdo, porque además está escrito, está documentado en un magnifico número de Marcha, “Siete días que conmovieron a Uruguay”, llamado así el discurso del General Líber Seregni, cuando decía la cuestión no es entre libertad y democracia, sino entre oligarquía y pueblo, y bienvenidos los militares que son parte del pueblo. ¡Que errores se cometieron en aquellos tiempos!
Pero lo más importante es haber aprendido. Lo más importante es que hoy no existen esas condiciones en la región. Vive la democracia más allá de los altibajos, y que en Uruguay hay una convivencia civilizada, democrática, libre y sobre eso tenemos que construir. La democracia sola no alcanza, hay que darle contenido para que la libertad del hombre vaya más allá de lo formal. Eso no lo podemos perder nunca. Más allá de lo que se diga, no hay ningún medio que justifique terribles fines que algunos buscan.
Jorge Gandini