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Camy: «Es el Presupuesto más frenteamplista de todos pero el menos progresista»

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Exposición del Senador Carlos Camy en el plenario de la Cámara de Senadores en ocasión del comienzo de la discusión general y particular del proyecto de ley por el que se aprueba el Presupuesto Nacional, Ejercicio 2015 – 2019.

SEÑOR CAMY.- Señor presidente: en la jornada de hoy empezamos a considerar el Presupuesto quinquenal para el presente período. Aun a riesgo de caer en reiteraciones respecto a planteamientos que hicieran distintos señores senadores que participaron e integraron la comisión, voy a hacer lo propio porque entiendo que es lo que corresponde. Fueron treinta y siete días de trabajo intenso, en los que pudimos ver en todos los señores senadores un fuerte compromiso.

Queríamos comenzar agradeciendo de manera muy particular al cuerpo de colaboradores técnicos, que en nuestro caso nos ayudó de manera sustancial: al contador Claudio Parodi, al doctor Federico Daverede y al contador Fernando Blanco. También expresamos que fue una experiencia que nos resultó muy positiva. Asistimos a instancias en las que se intercambiaron y se expresaron opiniones, se generaron contradicciones, tal vez con más pasión, pero también con un sentido mucho más exegético que como lo hacemos aquí. Por tanto, esperamos con mucha más expectativa la discusión a partir de que se comience a tratar el proyecto de ley inciso por inciso y artículo por artículo, porque nos parece que va a ser mucho más productivo en la afirmación de cada una de las verdades, lo que cada uno de los señores senadores exprese en el voto. También nos parece que es la oportunidad de tomar esta instancia presupuestal con un sentido de preconstitución de prueba para todos.

Hace unos instantes la señora senadora preopinante aludía a la estabilidad institucional. Hace algunas horas, el señor senador Otheguy y quien habla participamos en una instancia –organizada por la presidencia de la Cámara de Representantes y el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República– enmarcada en la conmemoración de los treinta años de democracia. En esta oportunidad nos convocaron para hacer referencia al tema:

«¿Descentralización o regionalismo?», el cual nos apasiona. En su momento felicité al presidente de la Cámara de Representantes por generar estos ámbitos en el marco de los treinta años de democracia, sobre todo desde una perspectiva generacional, de quienes pertenecemos a aquellas generaciones que nos tocó vivir la dictadura y que, por lo tanto, no tuvimos la oportunidad de generar un juicio propio desde su perspectiva vital. En camino a esa instancia –en la que naturalmente preparamos nuestra exposición porque es nuestra responsabilidad estudiar los temas– iba reflexionando sobre la última vez en que el Uruguay celebró treinta años consecutivos de democracia, en el año 1973. Si nos detenemos en la dictadura de Terra y estiramos retroactivamente ese lapso imaginariamente, los blancos nos estremecemos porque llegamos a 1903 y a 1904. Lo mismo sucede si nos paramos en la Revolución del 1897 y vamos a la Revolución de las Lanzas o y si nos paramos en el nacimiento de las divisas y vamos treinta años para atrás a la emancipación oriental. Parece ser que treinta años es un plazo que, por lo menos, tenemos que tomarlo como un símbolo de plazo prudencial para sacar conclusiones.

La particularidad que tienen estos treinta años es que han gobernado tres de los cuatro partidos políticos con representación parlamentaria. Por tanto, me parece que está en juego parte de la credibilidad del sistema. Si se analiza, todos tenemos contradicciones –yo lo advierto así–, todos hemos tenido maneras de pensar que han evolucionado, pareceres discrepantes en uno u otro tiempo en función de que fuéramos Gobierno u oposición. Digo esto porque en estas primeras horas del tratamiento del Presupuesto fui constatando y tomando nota sobre algo que escuché decir en más de una oportunidad al señor senador Lacalle Pou en campaña electoral: nadie puede resistir los archivos. Hoy en día apretamos un botón de la tablet o del teléfono cuando algún señor senador refiere a algo que nosotros pensamos que no es verdad y enseguida surge efectivamente la comprobación de que habíamos dicho alguna cosa distinta en otros tiempos. Pero lo que más me preocupa es el archivo parlamentario. Me parece que debemos ser responsables cuando hablamos en estos ámbitos. Esta primera etapa, en la que hablamos genéricamente, supone una definición política. Es verdad, el marco genérico es una definición política. Coincido con quienes han señalado por parte del oficialismo en cuanto a que tenemos dos bibliotecas en muchos aspectos, seguramente eso es lo que da definición a que existan distintos partidos, pensamientos e ideologías.

Voy a hacer referencia muy brevemente a algunas consideraciones –porque nos comprende en un cien por ciento lo que ha expresado el miembro informante del Partido Nacional, señor senador Heber, y lo expresado por el señor senador Delgado y por la señora senadora Alonso–, que seguramente tendrán una definición adjetiva y un tono de definición política, pero que no van a agraviar a nadie porque no corresponde. Me parece que tenemos que ser francos y decir lo que pensamos. Como decía, seremos breves porque preferimos discutir los incisos de la misma forma positiva con que lo hicimos en comisión: elaborando, discutiendo y planteando las distintas propuestas.

Hoy se considera un nuevo Presupuesto que, en lo personal, creo que es el más frenteamplista de todos, pero el menos progresista. Lo que se proclamó, lo que se prometió o lo que se comprometió por parte del Frente Amplio en la campaña electoral, no se cumple en este Presupuesto. Es más: es un Presupuesto que está lleno de contradicciones, que ya veremos cuando empecemos a tratar el articulado. Es un Presupuesto deficitario, no solamente en lo económico, sino en el cumplimiento de las promesas que realizó el Frente Amplio. Para nosotros es el Presupuesto más frenteamplista porque reafirma algunos de los rasgos que han caracterizado a los distintos gobiernos del Frente Amplio: el gasto desbordante –más allá del matiz de que pueda ser gasto o inversión–, el aumento de la burocracia –eso es constatable objetivamente– y el desdén o la indiferencia por lo republicano. Como decía, este Presupuesto está lejos de ser progresista porque no abarca las reformas que el Uruguay necesita y ni siquiera las que se prometieron. Hacemos hincapié en esto porque el Presupuesto –y voy a utilizar la jerga parlamentaria– es la ley madre, es la hoja de ruta, es el plan de vuelo de un Gobierno. Entonces, puede tomarse como una ley de trámite administrativo o efectivamente como un plan de vuelo en el que se constate para dónde se va. Y no vemos que lo defina. Como se señaló, quedó por el camino la reforma de la educación; no hay cambio de ADN, no hay nada. La prueba es que el artículo 765 –el último artículo de esta propuesta– encomienda al Poder Ejecutivo a realizar los máximos esfuerzos en la asignación de créditos presupuestales para alcanzar el mencionado 6 % del PBI para la educación pública. Es una mera expresión volitiva.

La educación como la frontera entre estar adentro y estar afuera del universo de las oportunidades, así definida, ha sido totalmente entregada a los corporativismos. Los que se atrevieron, en el Gobierno, a ensayar algún tipo de cambio, o lo expresaron, fueron sencillamente sacrificados y se entregaron como ofrenda a los conservadores.

Nosotros no le vemos nada de progresista a este Presupuesto, por lo menos, por lo que nosotros entendemos de su significado. Aparte, estamos convencidos de que se afecta a los más pobres: el señor senador Larrañaga fue muy contundente en aquella instancia parlamentaria, recordada por todos, en la que se trató el tema de la educación y cuando se hicieron por parte de algunos actores políticos todos los esfuerzos pertinentes para lograrlo. Todos partíamos de la base de que el esfuerzo de la sociedad por la educación va dirigido a darle oportunidades al más rezagado.

Tampoco es progresista prohibir medicamentos porque sean de alto costo y, si bien no voy a entrar en el tema de si es o no constitucional, hay una contradicción existencial que seguramente algunos tengan por proclamarse defensores de ciertos derechos, pero los medicamentos se niegan por plata. Esta es la constatación objetiva de esta situación. Por tanto, repito que por esto tampoco es progresista el Presupuesto.

En este proyecto de Gobierno falta una visión estratégica de geopolítica nacional en el sentido de promover el desarrollo del interior como instrumento para el desarrollo nacional. En este Presupuesto no hay medidas ni puntuales ni concretas vinculadas a términos de inversión o económicos, ni hay en una definición política en esta dirección. Como ya han señalado varios señores senadores, el plan de infraestructura que se prometió, depende de las PPP. Un 66 % de la inversión que se pretende ejecutar en este quinquenio es de fondos públicos. Hay USD 4.082:000.000, un 34 %, promovido hacia una incierta financiación de privados.
Tampoco se prioriza la construcción de viviendas, seguimos con definiciones de vivienda social, pero no hay alquileres sociales, y no hay cuotas que permitan acceder a una vivienda a los que menos tienen.

Este Presupuesto marca también el enorme desdén por lo republicano, que se ha marcado en las últimas gestiones.

Decimos esto porque advertimos que hay un ajuste de cuentas al Poder Judicial, no sé si en términos de cuentas por el pasado, por la sanción de algunas normas inconstitucionales, pero lo digo en tono de advertencia hacia el futuro. Ese parece ser el simbolismo del mensaje, de la actitud de asfixia presupuestal que aplica este Presupuesto al Poder Judicial y que, aparte, se extiende a los demás organismos de contralor. El Poder Ejecutivo está dando el mensaje de que controla y de que tiene por destino la inanición, vía recursos, de los demás Poderes. Francamente creo que esto es un acto degradante de la calidad institucional del país, estoy convencido de ello, y así lo expresamos en la comisión. Nos parece que estos símbolos son los que van perforando y atravesando la credibilidad en conjunto del sistema. Son aspectos más vinculados al populismo, podrán referirse algunos senadores en tono de enojo, respecto a esta comparación con populismo, pero son cosas populistas. Son así, y el mejor remedio para esto es no hacerlas. Por tanto, nosotros advertimos que no se está cumpliendo con nada de lo que se prometió en la campaña, poco se cumple, y por eso entendemos que el Gobierno ha entrado en recesión, en recesión de credibilidad.
Con la aprobación de este Presupuesto, el Frente Amplio confirma la celebración de quince años de gobierno con déficit fiscal. Hoy votamos un lineamiento fiscal que parte de un 4,5 % del PBI para llegar, según lo que se prevé, en el 2019 con 2,5 %. Entre 2005 y 2014, las cuentas públicas, año tras año, han cerrado en rojo, salvo en el año 2007 que hubo un equilibrio. En todos los años restantes los números fueron en rojo.
Si analizamos los problemas que tenía el país a la salida del año 2002, señor presidente, se puede entender la necesidad de expandir el gasto más allá de los ingresos. Yo, personalmente, lo comprendo. En los primeros años de la administración del Frente Amplio parecía ser una lógica admisible, incontrastable. Ahora bien, ya en la segunda administración, ¿era necesario? Nosotros creemos que no.
En marzo o en abril de 2010 concurrió el entonces Ministro de Economía, Lorenzo, a explicar al Parlamento los lineamientos que orientarían la elaboración presupuestal para ese Período. Nosotros leímos en la versión taquigráfica correspondiente que algunos senadores de esta Cámara participaron de esa instancia y, por lo menos, hubo una coincidencia entre el ministro y la oposición: la necesidad de priorizar la calidad del gasto, la medición de resultados y la eficiencia de la gestión por encima de los valores. En definitiva, más calidad con el mismo gasto. Después vino el proyecto de ley y la realidad del resultado global del sector público fue otra. En el año 2011, USD 438:000.000 de déficit; en 2014, USD 1.957:000.000 de déficit, y vamos a cerrar el 2015 con alrededor de otros USD 1.900:000.000 más. Quiere decir que vamos a completar el período de cinco años con USD 6.895:000.000 en rojo.

Entonces, si recordamos las palabras a las que refería el equipo económico de cuáles eran sus prioridades, y si al mismo tiempo miramos casi USD 7.000:000.000 de déficit al cabo de cinco años, uno piensa que tiene que haber ocurrido una transformación enorme en la gestión pública. Los resultados tienen que ser maravillosos como para justificar cinco años de déficit por tal magnitud. Pero no; no fue así. ¿La infraestructura del Uruguay ha mejorado? No, diría que ha empeorado. ¿La educación en Uruguay ha mejorado? No, ha empeorado. ¿La salud ha mejorado? No. Entonces, ¿qué pasó? ¿La gestión pública se ha reformado y mejorado en términos de eficacia y de eficiencia? Tampoco. Entonces, ¿será que la seguridad está mejor? No es así, tampoco. O sea que en base al último Presupuesto, en un contexto de crecimiento económico, las finanzas públicas han sido deficitarias, año tras año, señor presidente, se han acumulado USD 7.000:000.000 y nada de lo que se anunció que iba a ocurrir, sucedió. En aquel momento se hablaba con insistencia de la necesidad de aplicar políticas anticíclicas, de la necesidad de crear fondos de estabilidad fiscal. Nosotros decíamos, a modo de ejemplo, uno de estabilidad de precios, otro de fomento social y otro de desarrollo productivo; fondos que se nutrían de ahorros fiscales para ser usados en tiempos de necesidad. Por lo tanto, si hubiéramos sido más prudentes en materia fiscal en los últimos cinco años podríamos haber creado fondos por un monto igual, o superior, a estos USD 7.000:000.000 de déficit.

Vamos a continuar nuestra exposición en la línea en que la que lo estábamos haciendo cuando le concedimos la interrupción al señor senador Michelini, que escuchamos con atención. Valoramos en la misma dirección de lo planteado el endeudamiento de más de U$D 20.000:000.000 en el período de gestión de Gobierno del Frente Amplio del que hablábamos. Podríamos hablar del ajuste que se está dando. El viernes me reuní con el Sunca en Maldonado y me señalaron, con preocupación, que de 11.000 puestos de trabajo, hoy hay menos de 5.000. Asimismo, podríamos señalar otros lugares en donde también se está generando un ajuste. La gente hoy lo está pagando, pero no me quiero desviar del planteamiento objetivo que quiero realizar, entre otras cosas, porque creo que es válido señalar –como lo hizo el señor senador Michelini–, que hay que dar más recursos. Esa es una posibilidad, la respeto y siempre estoy dispuesto a escuchar todas las ideas en un debate, pero también se pueden gastar mejor los recursos, más que incrementarlos. Creemos que esa era otra opción que se tuvo en una época de extraordinaria bonanza pero esto formará parte de lo que vamos a discutir en estos días.

Lo cierto es que por no haber sido prudentes en materia fiscal –que es lo que estamos analizando– en los últimos cinco años, nos limitamos de haber creado fondos por un monto del entorno de los U$D 7.000:000.000 de déficit, alentando aquel rezo reiterativo y permanente del ministro Astori de las políticas anticíclicas; con él descubrimos esa definición. Aceptemos que el equilibrio fiscal, quizás, fuera demasiado estricto para una visión como la que señalaba el senador, entonces, consideremos una cifra intermedia. Asumamos que la mitad del déficit no hubiera tenido lugar porque el Gobierno hubiera sido más prudente, entonces, tendríamos tres fondos de U$D 3.500:000.000, sin contar los intereses que la administración de recursos destinados por esta metodología pueden generar.

En aquel momento, en el año 2010, leí las versiones taquigráficas de las sesiones y pude observar que hubo una oposición muy clara de algunos referentes de la oposición. En particular, el señor senador Larrañaga decía que estamos dispuestos a hacernos responsables de los «no» necesarios, para llevar adelante estas políticas, pero para eso deben permitirnos ser parte de los «sí» a la hora de configurar la política. En aquél entonces no se nos dio participación, como tampoco se nos da ahora. De nuevo se nos propone pasar del 3,5 % de déficit, como bien señalaba el senador, a 2,5 % al cabo de cinco años, con una creciente asignación presupuestal bianual, lo que anticipa que en 2017 vamos a tener más gastos de los que hoy se van a aprobar, con una plataforma de proyecciones que pudo haber sido realista, al principio de 2015, pero que hoy se ha transformado claramente en optimista en relación a los hechos ocurridos.

Sin ir más lejos, en 2015 y 2016 las cifras de crecimiento van a ser muy inferiores a las que se proyectaron con el déficit fiscal en 2016, pues será mucho más alto del proyectado en términos el Producto Interno Bruto. El Frente Amplio prioriza la cohesión interna que la construcción de propuestas con mayorías más amplias. Por lo tanto, no nos queda más que darles el gusto y no votar este Presupuesto. Según lo que advertimos es lo que se quiere: gobernar solos. Por lo tanto, desde el Partido Nacional, le vamos a conceder esa soledad.

Queremos dejar constancia en el Senado de que año tras año, en cada rendición de cuentas, vamos a comparar lo que aquí se proyecta con lo que determine la realidad. Año a año, reitero, porque entendemos que la soledad no es licencia para hacer lo que se quiera. No quiero decir actuar sin responsabilidad, porque advierto que hay pareceres distintos y así los toleramos, pero por lo menos nos parece que no es para hacer lo que se quiera. Año a año, en cada una de estas instancias, pretendemos ser vigilantes de cada desviación respecto a lo que se dice y, después, se hace. Y con la misma franqueza y convicción digo que ojalá ocurran cosas buenas para el país y que esta propuesta y el parecer que impulsa el oficialismo sea una realidad. ¡Ojalá! Pero a cartas vistas, por lo menos en este primer año, lo vemos difícil.

Estimados compañeros del Senado: este Presupuesto no es lo suficientemente expansivo como para reactivar una economía cada vez más fría, ni es lo suficientemente restrictivo como para anclar las expectativas y moderar la inflación, al tiempo que genere confianza para reactivar la inversión. No es lo primero, porque no hay margen
–claramente no hay margen, aunque sería recomendable–; y no es lo segundo porque no hay voluntad política del ejecutivo ni de la bancada de gobierno para hacerlo.

Por lo tanto, este presupuesto no es ni una cosa ni la otra. Sí es de autoría del Frente Amplio y es su responsabilidad.

Muchas gracias.

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