“La educación uruguaya no está en crisis”, decía la Ministra Muñoz en ocasión de su última comparecencia en el Parlamento. Pues bien, en estas últimas horas, esa “ausencia de crisis” tuvo un nuevo capítulo de idas y vueltas entre el Sindicato de Profesores de Educación Secundaria y las autoridades.
El Sindicato de Profesores de Educación Secundaria había resuelto que en el día de mañana leerían a todos los estudiantes en el aula una proclama en contra del Presidente de la República. Ante tan grande atropello tuvieron que rectificar y ahora señalan que “hubo un error” y que la proclama será leída en la Sala de Profesores.
Ha trascendido que de ese “error” el sindicato «fue advertidos desde distintos ámbitos” ¿Es que no fueron capaces de darse cuenta por sí mismos de que era una barbaridad? ¿De que más allá de ser inconstitucional e ilegal era un disparate y un abuso mayúsculo?
Finalmente se dieron cuenta del despropósito que eso suponía. Si bien desconozco el contenido de la referida proclama, ha trascendido que el motivo de la misma es que se cumple un año desde que el Poder Ejecutivo decretara la esencialidad de la Educación Pública. Se le imputa públicamente al Gobierno del Frente Amplio actuar como los interventores de la enseñanza en la época de la dictadura.
El Consejo de Educación Secundaria había señalado correctamente que la actitud de los docentes violaría el artículo 58 de la Constitución y la Ley de Educación.
Además de esa violación al precepto constitucional, aquella conducta anunciada suponía ofender la libertad de conciencia de los estudiantes, sometiéndolos en el horario de clases a escuchar, contra su voluntad, una proclama proselitista.
Más aún, el sindicato había resuelto -nadie se come la pastilla que no era eso lo que querían-, abusar de su posición de poder sobre los estudiantes y del prestigio y credibilidad intelectual del que goza todo maestro y profesor sobre sus alumnos, con el fin de someterlos a una proclama propagandística contra el Poder Ejecutivo y en definitiva, contra la figura institucional Presidencia de la República.
Las cúpulas sindicales, una vez más, exhiben una despreocupación por los destinos de la educación de los alumnos. Eso que querían hacer solo sucede en las aulas de países sometidos a un gobierno totalitario, que más que formación de seres libres, busca el adoctrinamiento.
En nuestro país los sindicatos pueden promover todas las acciones gremiales y judiciales que entiendan convenientes para defender sus derechos y enfrentar al Gobierno. Incluso, si los agravia el decreto de esencialidad, pueden recurrir a los organismos internacionales como la OIT, pueden volver a parar, pueden marchar libremente por las calles, leer sus proclamas en las plazas a todos aquellos que quieran oírlos y concurrir a todos los medios de comunicación para convencer a la opinión pública de sus ideas en contra del Gobierno.
No se lucha por unos derechos avasallando otros. Menos aún, avasallando el de los hijos de los uruguayos. No es admisible que se pretenda tomar a los alumnos como mecanismo para extorsionar a un gobierno.
Tan grave como lo anterior, que es gravísimo, es que desde el Ministerio de Educación se haya consultado a ANEP por la legalidad de la lectura de la proclama sindical en clase. Eso no solo refleja un claro desconocimiento de los conceptos de libertad de conciencia, de la laicidad y de toda otra norma de convivencia, sino que además reafirma el camino que desde el Poder Ejecutivo se ha venido recorriendo estos últimos tiempos, donde la educación es responsabilidad de otros. Es una muestra más de que el gobierno de la educación fue entregado a las corporaciones.
De los episodios de estos días resulta que las cúpulas sindicales en Uruguay perdieron la brújula. Lejos de defender derechos van contra los alumnos y contra la propia figura del docente. Son ellos, maestros y profesores, los que con su esfuerzo y a pesar de las carencias del sistema, defienden con uñas y dientes la educación en las aulas nacionales.
En esto está la promesa de cambiar el ADN de la educación, entre la indiferencia de las autoridades, la insensatez de las cúpulas sindicales y en el medio la educación de los hijos de los uruguayos.
La Política, los políticos y los ciudadanos debemos trabajar juntos para que la educación cambie. Rebelarnos, porque en esa lucha va la calidad de nuestra República, nuestra identidad como Nación y en definitiva, el futuro de nuestros muchachos.